La Fortaleza y Valor de Jesús no tienen comparación Jesús siempre vence en cualquier batalla, sea física o espiritual, terrenal o celestial, con 'la espada de su boca' o dejándose crucificar; misericordioso con los obedientes y humildes; o valiente, gallardo y altivo con los rebeldes que pronto condenará. Y hasta los satanes, diablos y demonios, ante su Nombre, por 2000 años huyendo siempre están.

La Grandeza y Fortaleza de Jesús, el hijo de Dios.
Como Jesús no existirá otro hombre igual, capaz de enfrentar las mas duras batallas,
en cualquier campo donde las tenga que librar.
Jesús, el guerrero, el “Comandante de los Ejércitos Celestiales”, espada en mano, siempre al frente va. Sus salidas son desde la Eternidad y hasta la Eternidad.
En todo, es el primero, en defensa de los suyos, 
no importa si la lucha es 
en las regiones celestes o en el campo terrenal, 
si es en el desierto y la soledad, 
sí en el Templo o en la casa de Potifar; 
el siempre los ha vencido, y sí hace falta otra vez los vencerá, 
con la espada de su boca, o proclamando La Verdad; derramando su sangre, 
o mostrando su lealtad.
Jesús, imbatible en el terreno físico, mental y espiritual; recio, determinado, inquebrantable, inflexible; imbatible, indomable; 
sin que nadie lo haya podido doblegar jamás. 
Y en el cuerpo no tiene igual: aquel castigo y flagelación nadie lo hubiera podido resistir ni aguantar 
sin antes claudicar.
Frente a sus enemigos se mostró fuerte, fiero y veraz.
Así fue Jesús, que soportó hasta el infinito la carga de toda la humanidad. Eso no lo hace nadie más. 
En una palabra, él es el Hijo del Hombre, el Hombre Jesús, el Hombre de Verdad, algo que nadie podrá igualar jamás. El es el Hijo de María, la Virgen, el Hijo de Dios, el Mesías. 
Y por todo ello y mucho más, El es el único digno de abrir los sellos de Juicio y condenación, para ponerle fin a tanta maldad. 
Por su Victoria la rebelión y el pecado no se eternizarán. El Diablo ya ha hecho su mejor esfuerzo por negar y usurpar a aquel que fue su Creador. Derrotado está. 
A la voz de su Nombre, ¡Jesús!, 2000 años los demonios llevan huyendo ya.
“Y lo dilatado de su Imperio no tendrá fin jamás”. Alabado sea el Rey y Señor de la Eternidad. 
No hay para nadie más.
Olvídenlos ya.
Anónimo

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